Su entrada es cremosa, con un tacto fino y sedoso que nos anticipa su elegante personalidad. Oleoso y opulento, llena el paladar para culminar en un final sorprendente que nos deja una frescura inesperada y las ganas de volver a tenerlo en boca.
Un vino de expresión sumamente delicada: el mar enfrente, detrás una frondosa montaña y un viejo membrillo en un patio señorial.